La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presentó su informe anual sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. El informe revela que el hambre sigue siendo un problema catastrófico, impulsado por factores como los conflictos, el cambio climático y las crisis económicas, que se presentan con mayor frecuencia e intensidad.
En 2023, el cambio climático se destaca como el principal factor de inseguridad alimentaria y malnutrición, exacerbando las dificultades de acceso a alimentos nutritivos. El informe subraya la necesidad urgente de transformar los sistemas agroalimentarios para aumentar la resiliencia y reducir las desigualdades, garantizando dietas saludables para todos. Además, se requiere una financiación más eficaz y accesible, especialmente para los pequeños productores.
Las cifras son alarmantes: el hambre ha aumentado en África, se ha mantenido estático en Asia y ha disminuido en América Latina, la única región con una notable reducción de la inseguridad alimentaria. Olivier De Schutter, relator especial de la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos, advierte que 733 millones de personas padecen hambre y 2.800 millones no pueden permitirse una dieta sana. Según él, es imperativo construir sistemas alimentarios resistentes al clima y establecer niveles mínimos de protección social.
Elisabetta Recine, presidenta del Consejo Nacional Brasileño de Seguridad Alimentaria y Nutricional, destaca que América Latina ha demostrado que el hambre no es inevitable. Las políticas adecuadas han permitido a Brasil sacar a 13 millones de personas del hambre, apoyando a los pequeños agricultores y mejorando el acceso a alimentos en comunidades urbanas pobres. Alberto Broch, Presidente de COPROFAM, enfatiza que millones de pequeños productores están listos para contribuir a un sistema alimentario más resiliente y sostenible.