El crecimiento del crimen organizado, que se mueve por oleadas; y la indolencia, cuando no incapacidad, de las autoridades, son dos constantes en el problema de la desaparición de personas en el estado
LADO B | MANATÍ
En 2015 publicamos algunos reportajes sobre la desaparición de personas en el estado. En ese entonces, hace seis años, si bien el fenómeno ya estaba presente en la entidad —los datos nos lo decían— era incipiente y no se hablaba del tema en voz alta, se minimizaba: “Sí desaparecen pero unos días, luego regresan”.
En el caso de las mujeres desaparecidas la respuesta que recabamos de las autoridades invisibilizaba el problema: “No desaparecen, se van con el novio”.
Hasta ese momento era difícil para cualquier periodista identificar casos concretos, familias que estuvieran dispuestas a relatar la búsqueda de sus seres queridos.
Pero las cifras que obtuvimos a través de solicitudes de información no dejaban lugar a dudas: el monstruo ya estaba ahí, y avanzaba. Zonas como el triángulo rojo y la sierra norte todavía no estaban controladas por el crimen organizado, pero la explosión del huachicol era evidente, el terror que se avecinaba, y que nadie detuvo.
Apenas cinco años después el panorama es muy diferente: en Puebla hay dos colectivos de familias de personas desaparecidas, una Comisión Estatal de Búsqueda, una ley en materia de desaparición en la congeladora, hallazgos de fosas clandestinas y búsquedas de restos humanos en campo.
Para mirar ese horror y documentarlo, a mediados del año pasado hicimos un análisis de datos de desapariciones a partir de las cifras que la Fiscalía General del Estado (FGE) entregó a una solicitud de información, pues no hay datos de acceso público y abierto ni en Puebla ni en ninguna otra entidad. Las dos únicas fuentes oficiales, o tienen información no actualizada como las del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas; o no son datos abiertos como en el nuevo Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
Con la información que le arrancamos a fuerza de solicitudes a la autoridad, ubicamos las regiones más problemáticas en materia de criminalidad e incidencia delictiva y luego LADO B y Manatí, Manatí y LADO B, salimos en conjunto a reportear las ausencias en esas regiones.
Y aunque cada una tiene sus particularidades, hay dos elementos que las amalgama: el crecimiento del crimen organizado, que no es estático sino que se mueve por olas por todo el estado; y la indolencia, cuando no incapacidad, de las autoridades. Y eso explica, en trazo grueso, el problema.
Lo mismo si es Puebla, la ciudad del “Se busca”, en donde los familiares de las personas desaparecidas tapizan las calles con los anuncios de sus ausencias y sus huecos, que en la franja del triángulo rojo al que el diablo le escrituró no los pozos de petróleo sino sus arterias.
Lo dijo hace unos días el gobernador Miguel Barbosa, cuando reconoció en su rueda de prensa matutina la presencia de grupos delictivos en la región por la que cruza el ducto Minatitlán-Tula, y habló de grupos y sus líderes locales: “el Toñín, el Bukanas, lo que queda de la banda del Loco Tellez” dedicados primero al huachicol, y ahora el robo de gas LP y en general a todo aquello que puede generar dinero desde la ilegalidad.
En la sierra norte, una de las zonas de alta incidencia de desapariciones, el robo de combustible es el principal motor delictivo, y su cercanía con Veracruz permite el rápido tránsito de grupos del crimen organizado, ahí el riesgo de desaparecer en dos estados está siempre latente.
En Tehuacán el foco está en otro lado, en octubre del año pasado el fiscal Gilberto Higuera Bernal habló de una red de trata de mujeres, pero pasó de largo las irregularidades en el trabajo de sus subalternos, en sus retrasos, premeditados o no, al abrir las investigaciones, y no mencionó ni de soslayo las pruebas que se han “perdido” en sus manos.
No hay, por desgracia, dudas: el fenómeno de la desaparición, horror de México desde el inicio de la guerra contra las drogas en 2012, ya se tragó a Puebla.
Índice
Puebla: la ciudad del “Se busca”
La franja oeste de desapariciones
Un triángulo (rojo) de desapariciones y ausencias
Las huellas que perdimos en el valle
CRÉDITOS
Coordinación general: LADO B / Manati – Manati / LADO B
Coordinación informativa: Aranzazú Ayala
Edición general: Mely Arellano / Ámbar Barrera
Edición gráfica y video: Marlene Martínez
Diseño de portadas: Valeria Bautista
Reporteres: Aranzazú Ayala, Carlos Galeana, Marcos Nucamendi, Mario Galeana, Guadalupe Juárez
Análisis de datos: Dafne García y Aranzazú Ayala
Estrategia en redes: Carina Hernández, Carlos Galeana y Mario Galeana
*Foto de portada: Marlene Martínez